Cultivo las letras inspirado por la belleza y en ellas me sumerjo para buscarte; desde allí te hablo con la certeza de no resultar inmune a tu corazón que se acompasa con mi latir trayéndote hasta mí. Grita fuerte para que oiga tu pensar, piensa intenso para que escuche tu sentir.



lunes, 24 de febrero de 2014

Era


Escribir en la cabeza, en el interior de mi cerebro era fácil, yo ya tenía varios libros acabados de cientos de páginas, miles de palabras, millones de letras, una infinitud de signos ortográficos, incluso con la entonación precisa para cada expresión, la mirada, el abatimiento, la sonrisa, el descontento, el latido exacto del corazón… era un escritor de sensaciones sobre el lienzo etéreo de una imagen difusa, un escriba analfabeto, sin tinta, sin pluma, pero tenía musa.

© Juan Carlos Saceda

jueves, 13 de febrero de 2014

Dolor


No hay dolor que cien años dure ni botica que el alma cure…

Meditar la experiencia 
revierte el dolor 
con su pura consciencia, 
una evidencia 
que escapa a la ciencia 
pues es de amor 
el tumor 
que pervierte mi paciencia 
transmutada en impaciencia 
por llevarte en mi interior.

Deja que el dolor lo intente acallando el olvido,no hay dolor que pueda recompensar su falta,quiero el dolor que tienes, hazlo mío.

© Juan Carlos Saceda

sábado, 8 de febrero de 2014

Nació el día


Su belleza se escondía en un rostro deformado por el dolor de una constante desesperación vital bajo un grotesco maquillaje que la insultaba con vulgaridad, sonreía de forma mecánica, sin reír, proclamando una tristeza mal asumida y trágica; sus movimientos eran invisibles, como los de una presencia fantasmal entre presencias humanas; nos miramos varias veces y durante ese instante imperceptible no hubo noche en las afueras, era la noche lo que mis ojos veían…   

Un espacio curvo 
cargado de asimetrías, 
sinuoso y viperino, 
con la concavidad pervertida, 
eco de un silencio dañino, 
el resumen de su vida…

No hubo muerte, ni hubo transición, desapareció de pronto y de repente amaneció, nació el día.

 © Juan Carlos Saceda

martes, 4 de febrero de 2014

Latiendo


La sorpresa conlleva una elongación del pensamiento, una distensión de la rigidez, una desmitificación de los credos, una verdad que deja de ser posibilidad para convertirse en una certeza de la imposibilidad, una limpieza de la visión vista desde unos ojos negros que otean lo invisible hasta ahora incierto, un saber de conocer con sabor a vuelo, un resucitar después de haber muerto, sin renacer, como un continuar después de parar un momento para enterrar perjuicios, prejuicios y otros condicionamientos; también conlleva un despertar, un estar vivo y un pequeño susto… el corazón latiendo.  

© Juan Carlos Saceda

Mutando




Sabía que estaba mutando y se dejaba llevar por el cambio en interminables noches de insomnio, noches blancas, invisibles y ciegas en las que no rebosaba nada porque nada estaba contenido en ningún espacio y el tiempo era imperceptible como en la vacua inexistencia cotidiana, todo lo vivido era uno multiplicado por un cero infinito, un inacabable pasado empalidecido con el rigor mortis de un cadáver congelado que nadie reconoce porque nunca fue…


© Juan Carlos Saceda