Cuando las
personas se convierten en moneda de cambio, el mercado de valores adquiere un
matiz decepcionante y se devalúa la moral vendiendo y comprando almas para
llenar los estantes, es el triunfo de lo vulgar disfrazado de arte.
Cuando la vida
consiste en frivolidad, el mundo se convierte en un lupanar en el que las gentes
se puede vender y comprar, como en un mercado untadas con conservantes, es el
triunfo de lo inmoral disfrazado de hambre.
Cuando todo
vale y todo da igual, la vida ha empezado a agonizar y entre estertores de
irrealidad se te lleva por delante, es el triunfo de lo banal disfrazado de
amante.
© jcs
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