Deja de buscar tu rostro y mírate en la parte trasera de tu
espejo, aguanta la nausea que te produce tu propia imagen, no esperes más a que
nazca el tiempo muerto, saca el animal que llevas dentro y machácalos con tu
palabra, hazles suplicar por una ración de su mismo vicio, transpórtales hasta el infierno del deseo,
escucha sus gritos pidiendo más y quédate con ellos ardiendo en las mismas
llamas de su inocencia hasta que tu alma sea horizonte entre el mar y el cielo.
© jcs
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