Otro día más intentando un imposible, rebuscando en las
miserias que ni si quiera el olvido consigue ocultar a los recuerdos, pensando
en huir, en desfragmentarme en diminutas partículas sin memoria a merced del
viento, intentando crear la inmunidad necesaria para indultar la condena de mis
sentimientos; otro montón de horas que se solapan y entremezclan entre si densificando
el paso del tiempo, haciéndome más consciente aún del caminar de mi vida en la
cámara lenta del estancamiento.
Cuando era joven no existía el tiempo en mi consciencia,
sólo había que experimentar, como necesidad, vivir, formar parte de una
concatenación de sucesos sin comienzo ni final, un hilván continuo en la
costura del sin tiempo, sin cortes, sin pausas, sin eslabones perdidos entre la
realidad y los sueños, todo uno en un mismo espacio: sonrisas, lagrimas, amor,
celos, conspiración, lealtad, diversión, aburrimiento… se acababa el mundo y
había que estar ahí hasta el final sin
siquiera saberlo.
Ahora tampoco lo se, ni siquiera estoy seguro de estar aquí
en este momento cargado de relatividad, ni en que consiste la verdadera realidad,
debieron llamarme sueño e impedirme soñar imposibles, ya que no se me puede
conseguir, debieron desistir de educarme si después iban a cuestionar mis
pensamientos, alguien les debería haber dicho que estaban creando un ser
autónomo con consciencia de si mismo que podía tener ideas, relacionarlas entre
si, darse cuenta de las cosas por su propio razonamiento, si, alguien se lo
debería haber dicho, nos habríamos ahorrado una lucha absurda de
desentendimiento, una condena al silencio, a la sordera que te arrastra a la
soledad como único acompañamiento.
© jcs
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