Igual que en cualquier sistema de medida, sus limites eran
indefinidos e infinitos; se podía disminuir hasta más allá de cualquier final
que una mente humana pudiera imaginar, existiendo sólo en su propio recuerdo y
habitando en la galaxia formada por una molécula de polvo que viaja en el
viento, allí era más fácil pensar, la ausencia de gravedad liberaba la opresión
de las neuronas que se ensanchaban como esponjas desatascando los bucles de las
conexiones nerviosas, licuando la solidez de las ideas que fluían por meandros
de altas paredes calizas salteadas de nidos que son vida en un enjambre de
vidas…
© Juan Carlos Saceda
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