La sorpresa conlleva una
elongación del pensamiento, una distensión de la rigidez, una desmitificación
de los credos, una verdad que deja de ser posibilidad para convertirse en una
certeza de la imposibilidad, una limpieza de la visión vista desde unos ojos
negros que otean lo invisible hasta ahora incierto, un saber de conocer con
sabor a vuelo, un resucitar después de haber muerto, sin renacer, como un
continuar después de parar un momento para enterrar perjuicios, prejuicios y
otros condicionamientos; también conlleva un despertar, un estar vivo y un
pequeño susto… el corazón latiendo.
© Juan
Carlos Saceda
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