Convinieron
de mutuo acuerdo, con un pacto de silencio, en no empezar para nunca tener que
acabar y ser siempre ellos, mismo rol distinto planteamiento…
Cualquier
cosa que hacían tenía principio y fin y así cada vez era un nuevo comienzo,
infinitas historias en una y cada una con distinto centro, conectadas pero sin
unión, separadas pero con los mismos cuerpos…
Como no
eran estadistas, ni estudiosos, ni servía para nada que no fuera molesto, no
entendían la diferenciación de sexos, sólo entendían la atracción y se sentían
seres vivos cuando les llamaba el deseo… algo así como un hermafroditismo de
pensamiento
© Juan Carlos Saceda
Los pactos suelen ser a dos, y a veces lo impone uno.
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