En ese
lado
de mi
sombra
que no me
deja verte
con uñas,
labios
y dientes,
te
mantienes adherida
y se me
cuartea la vida
sin mis
ojos deleitar
de tu
sanguíneo libar
que está
secando mi fuente
.
.
.
¿dónde
estás agua de otoño?
licúa tu
alma y llueve,
riega la
flor que un día
fue la
miel de tus placeres
.
.
.
Nunca acaba
un amor
real y
cierto,
como nunca
empieza
lo que
siempre estuvo
buscando
aposento.
© Juan Carlos Saceda
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