Se dejaban vivir y tenían una vida común, algo impensable por los dos pero
tan bonito que eclipsaba la belleza más pura, ampliando una definición escueta
e incompleta en su mundo de placer…
Compartían momentos de soledad acompañándose de los recuerdos vividos en
compañía, que habían quedado grabados en la travesura de un cerebro inquieto y
juguetón…
Se veían aún sin mirarse, con un sexto sentido desarrollado por la
intensidad de su amor que les permitía estar siempre juntos; cuando sus cuerpos
se acercaban, la fuerza de atracción detenía el movimiento del mundo hasta que
se volvían a alejar…
Nunca se separaron, imposible disociar la fusión de la
carne con la carne injertada, que crece libre e independiente alimentándose con
la misma raíz.
© Juan Carlos Saceda
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ResponderEliminarQuedo muda ante tus letras.
Saludos.
A mi me llega tu silencio Musa... Muchas gracias por esa mudez tan expresiva!!!
EliminarSaludos!!