Se fue con los besos que le tenía
que haber dado, se me escapó sin besarla y aun así se los llevó, dejándome con
la dulzura de un sabor tan extraño y agradable, como un sueño que sin vivir
vives y sientes que hubiera pasado.… un beso no besado que se guarda de fianza
para asegurar la vuelta con el deseo de recuperarlo.
Se rompió el hielo que la frialdad
de la razón había impuesto a un corazón oprimido de pasión, que unas manos poderosas atraparon en
un vuelo de libertad, por el cielo, a ras del suelo, queriendo vivir más, salir
del agujero, dejar correr la sangre, a rio revuelto, por pendientes de vértigo,
con meandros sinuosos y cascadas de desenfreno.
Rebobiné la imagen en mi cerebro
apoyado por el archivo grabado a través de las cámaras de seguridad, escuchando
los diálogos que no se hablaron pero fueron dichos, que no se oyeron pero su
eco rebotaba sin fin en las paredes del recuerdo; visualizando las palabras en
viñetas colapsadas en mis oídos, puerta lateral de mi cerebro…
-Me gustas como nadie, te besaría
pero nos están viendo…
-Vale… no me beses pero llévate mi
beso y cuando estés a solas dátelo tú, tengo más, vuelve a por ellos…
-Volveré sin llegar a irme, tu
aroma me excita el hambre, tus labios son un manjar, necesito tu alimento…
Lo escribí una y mil veces, me
quedé sin papel, lo anoté en las paredes, en el techo, en los suelos, lo tatué
en mi piel; revolcándome en la pradera quedó escrito en los pétalos, y en la
tierra, y en los vientos… lo leyó el sol, lo leyeron los cielos, los que no
sabían leer también lo hicieron… ¡grafiti omnipresente concédeme el deseo, haz
que vuelva y se sacie, tiene hambre “da
de comer al hambriento”!
© Juan Carlos Saceda