Hablabamos sin hablar,
callando,
con un silencio
que enamoraba;
me miraba
desde tus ojos
mientras tú desde mí
te observabas;
sentía tu cuerpo
en el mío
y el mío
en el tuyo estaba;
ya no eramos dos
sino uno,
con una fuerza
sobrehumana,
la fuerza del amor puro
que no teme a nadie
ni a nada.
© Juan Carlos Saceda
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