Enfermizo de puro sano
es el estar de esta mente,
que desde un profundo abismo
reclama con voz silente
el reflejo que la mira,
que la mima
y la adormece,
en una nana callada
mecida en mimbres flexibles
libres al viento
a la lluvia,
a inclemencias tan terribles
…
y se deja acariciar
por el fluir
de otras voces,
de gargantas femeninas
delicadas como ella,
corazones palpitantes
que en los labios
pintan letras,
y el carmín de la palabra
adherido se le queda.
© Juan Carlos Saceda
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