Tenía los sentidos tan
afilados que ni el paso del tiempo con su inexorable caminar conseguía abrir
mella en ellos, las sensaciones se sucedían multiplicadas en una progresión sin
limite ni final, aumentadas en su infinita sensibilidad, el silencio le
envolvía para trasladarle allí donde quisiera ir, ni siquiera necesitaba cerrar
los ojos para activar el mecanismo que le transportaba hasta ella, que le
esperaba sangrando de placer como si cada vez fuera la primera, la única...
... la existencia era su
cómplice y se detenía y permanecía en estado latente como una eternidad
invisible y perpetua, para gozar de la imposibilidad de su amor junto a
ellos...
© Juan Carlos Saceda
Tan dentro de sus sentidos, que se diría eran un mismo latido.
ResponderEliminarGeniales tus letras.
Saludos.
Total integración enel otro, Musa
EliminarMuchas gracias
Saludos.