Con las canicas de una infancia que nunca fue, me llegan
los ecos de mi desencanto; solladas rodillas por ilusiones jamás satisfechas
que anidaron el baúl de un pasado continuo, que no avanza, permanece aletargado
en los lóbulos de un cerebro que le llora y le mantiene vivo, flotando; lloré a
escondidas la rabia del sinsentido, me desesperé al formar parte de esta
existencia que no entendía nada de la vida, callé para siempre y, aunque no me
escondo para llorar, sigo callado…
© Juan Carlos Saceda
Foto: "Canicas del diablo"
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