Me gritan los ecos y escucho mis voces que me vuelven,
sal y olas de nubes oceánicas son cuando braman tu nombre, otro no escucho, no
existe en este horizonte cautivo y libre de ti, mundo de cielos abisales con
aguas de aire rubio, perfumado con mirras de un ancestro presente en las brumas
que semejan tu rostro, siempre constante, eterno, inmutable; más letargo, más
despertar, siempre un sueño de vida, también una vida palpable…
© Juan Carlos Saceda
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