Desconocía su verdadero rostro y ya no podía más, pero aun así continuaba; la puerta estaba abierta pero el "ángel exterminador" le impedía el paso anulando su deseo, su propio ángel: él mismo se trababa a voluntad, dejándose acariciar por sus manos y recelando de su imagen, que aun sin vislumbrar, se le hacia nítida a la vista mirándole con frialdad, imponiendo sus propias leyes, marcando unas reglas que no necesitaba siquiera pronunciar para que fueran ejecutadas sin posible queja ni lamento:
-Quiero tu amor puro, sin ningún condicionamiento.
-dime hasta qué punto me amas en una escala imaginaria
-Hasta mucho más allá del último peldaño de la escalera que lleva al infinito….
-Anclado a mi corazón fluyes en mí y yo en ti sin termino ni fin
Pero ella ponía pautas que marcaban el camino a seguir, y que podrían ser utilizadas para no perderse y regresar después de recorrida la distancia, cuando una vez llegado al destino hemos de retornar al sitio de donde partimos, para continuar con la cotidianidad de la vida donde todo es mentira, donde las palabras dicen lo contrario que piensa el cerebro y el ritmo del baile nos da igual.
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