Me hirió el rayo mortal de tu mirada
con el dolor de la angustia permanente,
atravesaste un corazón dañado
que ya lloraba antes de verte,
y en los mares que navegas,
de mis lágrimas,
mil sirenas cantan
con mil sones diferentes
.
.
Sordo de ti me encuentro,
nada escucho que no digan tus labios
y el silencio de tu voz
me acalla el mundo
en un insoportable mutismo
que me desgarra los tímpanos
.
.
.
nada escucho que no digan tus labios
y el silencio de tu voz
me acalla el mundo
en un insoportable mutismo
que me desgarra los tímpanos
.
.
.
Tú eres la dueña de ti misma,
yo sólo soy el que espera.
yo sólo soy el que espera.
© Juan Carlos Saceda
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