La blancura de la luz que proyecta tu imagen traspasa la capacidad de mi visión, abrumando la opacidad de mi retina con la transparencia que te viste de largo, lisa, sin volantes ni requiebros, siempre elegante, graciosa, sencilla pero fuerte como un gigante.
Me acompaño con la soledad que significa una ausencia dolorosa, traigo a mi la instantánea de tu presencia protectora para curar este mal que provoca tu falta, y camino pensamientos de caricias que me embriagan el alma.
Te deseo tanto que me expando navegando un mar que fluye por la línea media entre la ilusión y la realidad, ahí siempre te encuentro y te tengo, y el gozo define mi vida extasiándome por completo.
Tú, siempre tú; la eternidad te aplaude con su tesón por mi constancia en pensarte...
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