Aquellas noches de invierno con la luz y el calor de tu cuerpo en continua erupción de lava candente y fluida para envolverme, ansioso de tu tacto.
Aquel dejarte llevar por tus ansias de desnudarme que te hacían tropezar con los botones de tu deseo, ya imparable.
Poco a poco, un poco más:
-Despacio, no corras no voy a fugarme.
Pero no podías parar, no mandabas en ti, tu corazón iba al volante, temerario, sin control ni freno, por las curvas de tu cuerpo ondulante.
-Te acabo de secuestrar, enterarte: mío o de nadie.
Clavándome las uñas con un gesto seguro me desafías a escapar, sabes que nunca lo haría, demasiado inteligente como para arriesgarte si albergaras la mínima duda de que pudiera marcharme.
Y tu poder crece y crece, y cada vez tiene más hambre, y me masticas y me engulles, y desde tu torrente sanguíneo te pido más, haciéndote adicta a mí, sin temor a que te sacies.
Sin temor a que te sacies. Magnífico!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Yolanda!!! Lo magnífico es verte por aquí, no te alejes... eres buena compañera... Un abrazo!
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