El silencio era tan fuerte que hasta los pensamientos enmudecieron en su mente. Las palabras dejaron de existir ahogando su garganta con una sequía lingüística que atormentaba sus oídos y hacia eterno cualquier intento de expresión. Se dejó llevar por la inanición flotando en un espacio vacío de vida y con la esperanza truncada por su ausencia...
Cerró los ojos invocando su figura y el ver su rostro le permitió conocer su paradero sabiendo que ella también le buscaba, que anhelaba su presencia, que necesitaba el cosquilleo de sus palabras recorriendo su sistema auditivo como algo imprescindible para poder subsistir.
Ella también le vio y sonriendo le acompañó en su muda desesperación devolviéndole el sentido de su existencia...
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