Consideraba las letras como sus hijos: desde el día de su gestación hasta su nacimiento las mimaba en su seno, cuidando de ellas y de si mismo para que nacieran con la vitalidad y la fortaleza de una nueva vida; durante el parto sufría con dolor físico hasta que lograban salir de su interior, desde ese momento no podría dejar nunca de mimarlas, alimentarlas, quererlas con ese amor único que se tiene a tus propios descendientes... Se solazaba observándolas gatear por la casa sorprendiéndose con las nimiedades que solo llaman la atención en la infancia, las educaba siguiendo preceptos creados por si mismo y fundamentados en el respeto y la libertad, las abrazaba sintiendo su calor y aspirando su aroma; cuando se independizaban, una parte de él se iba con ellas y estas dejaban a su lado una marca esencial para su supervivencia...
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