Primero llegaste tú con el bonito acento que me juega el
oído cuando hablas y te expresas en el idioma que has creado para ti. Te vi, me
viste, nos miramos, eso si, disimulando, no fue la típica mirada de película
que nos dice a los espectadores, sin mediar palabra, que los protagonistas se
van a enamorar, o al menos van a acabar en la cama.
Nuestra mirada no fue de cama, fue mas bien de encuentro, de relax, de confianza…
Nuestra mirada no fue de cama, fue mas bien de encuentro, de relax, de confianza…
algo teníamos cada uno, que al otro, sin llegar a
hipnotizarle, le llamaba porque no sólo
hablaron los ojos, también fueron las palabras con la expresión de las manos
danzándolas, y la inflexión de la voz y los gestos y la forma de articularlas.
Había algo cotidiano, algo que por habitual no nos chocaba
de nosotros, y entre nosotros circulaba, era la naturalidad con la que nos
tratamos sin conocernos, había hasta algo de complicidad y autoentendimiento
mudo, en ese primer encuentro, el día que viniste a mi sala.
Juan Carlos Saceda
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