Desde esta ilusión que llama al desengaño, fluyo despacio
al prana que reserva para mí la existencia; tan lento es el caminar que no es
necesario un alto para sofocar un resuello que no necesita alivio, ni alimento,
ni bebida, que tan solo requiere senda lisa, diáfana de pensamiento, sin fin a
la vista; de espaldas la recorro para no ver lo que ya sé y no me gusta y para
que no vean mi rostro que tanto me dificulta; que guapo es mi niño decía mi
madre sin hablar, pues nunca la oí decirlo y feo fui siempre para mí aunque el
mundo pensara distinto.
© Juan Carlos Saceda
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