Me siento frente a ti
desnudo de tu voz,
hambriento de la miel
de tu palabra,
otrora mía,
pendiente hoy
de manos impolutas
con uñas blancas;
invisible a la proyección
de la negrura
con que me miras,
tan oscura como aquella noche
que en el tarot
de tu alma desolada
me buscabas...
te invoco con cada una
de mis lagrimas,
sintiéndote resbalar
por las arrugas de mi cara
hasta llegar a mi boca
donde te saboreo lejana.
© Juan Carlos Saceda
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