Apareciste un día cualquiera,
de una triste vida
dominada por la espera;
supiste verme desnudo
sin el disfraz
que nunca me deja,
y te gustó un yo distinto
sin ropas ni caretas;
hablaste con la soledad
y la conminaste a que se fuera,
desde ahora serías tú
mi única compañera.
Juan Carlos Saceda
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