Seguía obsesionado una presa
desde hacia ya varios días,
era una pieza soberbia
que por su belleza imponía;
al verla en el rastreo
ella vio que la veía,
permaneció quieta solemne
mostrándose más todavía;
los ojos que la miraban
eran ojos que paralizan,
que miran, que hablan,
que gritan ven
y que te quitan la vida.
Juan Carlos Saceda
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