La dirección del continuo movimiento los envolvía en
volutas evanescentes sin rumbo fijo ni camino definido, se dejaban llevar por
los impulsos del amor que se tenían y disfrutaban del constante fluir de su
momento: ilusiones satisfechas, emociones sin limite, fantasías hechas
realidad…
Siempre había un rayo de sol para encender la sonrisa que
les alumbraba el recorrido, siempre el calor de sus sentimientos les protegía
del frio.
Juan Carlos Saceda
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