Escondido en el envés de sus espaldas estaba el rostro
que amparaba sus flaquezas, que tapaba con sonrisas las sutiles ligerezas, que
nunca dejó de hacerlo ni nunca lo dejaría.
Ocultándose de aquello que no veían, en sus propias sombras el uno al otro se
protegían…
Juan Carlos Saceda
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