Nubes con rostros de lobos que muerden los talones de mi
huida; sin volver la cabeza siento las dentelladas una a una, recreándose en
lamer la sangre que mana a borbotones de esta herida que no cierra y abierta
espera tu vuelta, que atrae vampiros, vampiresas y otras fieras de la seducción,
con los colmillos afilados en deseo y la lengua sedienta.
Juan Carlos Saceda
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