Palabras nunca oídas saturan el viento jugando a lacerar
mi espera bajo pedestales lacrados con letras de ausencia dañina; sepulcro de
vacíos silenciosos, dolor inmenso de ti, imagen de la dicha de mi encierro,
única compañía, perenne siempre en la negrura de la estancia que me acoge en lo
profundo de la cárcel de mi ser…
Me veo a mi mismo en el vacío recuerdo de un tiempo
inexistente, allí donde nada pasa y todo acontece, donde nunca estuve,
ocupándolo todo; hasta las vivencias que pudieron ser, se fueron sin mí, y
ahora me brotan salvajes resbalando por mi piel en infinitas gotas de
esperanza, siempre la esperanza, que me lleva a desesperar desde la ilusión del
deseo que fluye inaccesible a la prolongación de mis brazos, mancos de ti…
El grito que me nace en las entrañas aniquila las rejas
de mi infortunio, pero sigo aquí, libre de ti, prisionero de tus sueños…
Juan Carlos Saceda
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